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jueves, 2 de enero de 2014

Adaptación de un cuento folclórico

    ADAPTACIÓN DE UN CUENTO FOLCLÓRICO

Había una vez, hace muchos años en un lejano país, un Rey y una Reina que tenían todo lo que un rey y una reina podían desear, que era belleza, alegría, valentía, etc. y eran muy felices en el amor, se querían mucho.

La Reina era considerada la mujer más bella del mundo, tenía un cabello precioso, rubio, largo, tenía un cuerpo precioso, una cara preciosa. Todo el mundo envidiaba al Rey por haberse casado con esa mujer tan guapa y encima eran muy felices y se querían mucho los dos. Lo único que les faltaba para ser felices del todo era tener un niño o una niña, es decir, querían tener descendencia. Después de estar intentándolo varios años, por fin, la Reina se quedó embarazada. Los Reyes estaban muy contentos y vivieron el embarazo con mucha alegría y, finalmente, la Reina dio a luz a una niña, pero el Rey no estaba del todo contento porque quería tener un varón para que fuese descendiente del trono. Pero eso no era el gran problema porque tendrían más hijos, lo que pasaba es que antiguamente no había suficientes medios para la medicina y la Reina no se terminaba de recuperar del parto, tenía hemorragias. Pasado un mes, y la Reina no se recuperaba, los médicos le dijeron al Rey que la Reina se estaba muriendo. Debía estar muy pendiente de ella porque lo más seguro es que no pasase de esta noche.

Entonces el Rey fue a ver a la Reina, a la que quería con verdadera locura, le cogió la mano porque estaba muy enferma, y la Reina que sabía que iba a morir, le dijo al Rey que le tenía que pedir dos favores. El primer favor fue que le hablara a su hija de ella porque necesitaba que su hija la conociera y que le diera una cadenita en la que había colgada una medalla de la virgen, una rueca de hilar y su anillo de boda y, le había preparado la cadenita para la niña. Le dijo que cuando la niña sea un poco mayor y valore estas cosas que se lo de, y así cuando se lo pusiese que pensara que su madre estaría con ella. Y lo segundo que le pidió es que buscase otra mujer que le quiera, que se casase con él y que tuviera descendencia con ella y, así tendría un hijo varón para heredar la corona. Pero solo le puso una condición, la mujer con la que se casase debía ser más bella que ella. El Rey le prometió las dos cosas, le dijo que ella no iba a morir... pero esa misma noche la Reina murió.

 El Rey entró en una profunda depresión porque estaba muy enamorado de ella, y los primeros meses no quería acercarse a la niña porque la culpaba de la muerte de su madre, pero poco a poco empezó a acercarse a la niña y de vez en cuando jugaba con ella, pero cada vez que estaba a su lado se acordaba de su mujer y le hacía mucho daño. Aunque le comprase cosas, no era el típico padre que estaba siempre con ella.

Pasaron los años, la princesa siguió creciendo y todo el mundo dijo que era clavadita a su madre, preciosa como ella.

Cuando estaban juntos el padre le mostraba mucho cariño, y la niña creció. El Rey no se casaba, y le dijeron que se tenía que casar, que la niña ya tenía 6 años, que tenía que tener hermanos, que tenía que tener un heredero. El Rey les daba largas, pero ya se pusieron serios con él, y el Rey les dijo que le había prometido a su esposa que se casaría con una mujer más bella que ella y les dijo que buscasen por todos los reinos del mundo una mujer que fuese más bella que su esposa. Volvieron los mensajeros después de haber buscado por todos los lugares, y le dijeron al Rey que no había una mujer más bella que la Reina muerta. El Rey dijo que si no había una mujer más bella que la Reina entre la realeza, que buscasen entre la gente noble. Buscaron por todo el mundo y no encontraron a nadie que fuera más bella que la Reina muerta, buscaron incluso entre las esclavas, pero no había una mujer más bella que la Reina muerta. Así fueron pasando los años, y la princesa siguió creciendo. El Rey como no encontraba una esposa más bella que su mujer, decidió "tirar la toalla" y centrarse en su hija que crecía por momentos.

El Rey vio que su hija hacía mayor, el Rey le entregó la cadena y le contó todo lo que había dicho su madre. También le dijo que pronto se presentarían  muchos pretendientes para casarse con ella porque ya era toda una mujercita, pero lo que el Rey tuvo claro es que su niña se tendría que casar con un adinerado Príncipe.

Llamó a su hija y le dijo que ya tenía quince años y que debía conquistar a algún Príncipe.

Pasaron unos días, la Princesa se estaba peinando y lavándose la cara porque se acababa de levantar, se asomó a la ventana y vio una gran cola de pretendientes que venían preguntando por ella porque querían comprometerse.

La Princesa, los días anteriores, le había dicho a su padre que como a cualquier chica de su edad le gustaría tener regalos de pedida, que quería que le llevasen para la conquista tres vestidos. Quería un vestido tan dorado como el sol, otro tan plateado como la luna y otro vestido tan brillante como las estrellas. 

El Rey bajó y se lo dijo a los pretendientes

Al cabo de cinco meses llegaron tres Príncipes con los vestidos, pero ninguno de los tres conquistó el corazón de la Princesa. Ella se quedó los vestidos porque eran preciosos.

Luego, le dijo a su padre que debían hacer un abrigo con todas las pieles de los animales que existen en el mundo, es decir, con toda clase de pieles. Ella pensó que de ninguna de las maneras serían capaces de hacer un abrigo así.

El Rey se lo comunicó a todos los Príncipes dispuestos a casarse con su hija, y al año apareció uno, pero tampoco le gustó. Era un guapísimo Príncipe, amigo de la familia, pero ella no estaba dispuesta a casarse con él porque lo que tenía claro es que ella debía estar enamorada.

La Princesa subió muy preocupada a su habitación porque no se había enamorado de ninguno de los Príncipes y ellos habían hecho todo lo posible para conquistar el corazón de la Princesa. Entonces decidió decirle a su padre si podría salir del castillo y buscar entre toda la gente alguien de quien pudiese enamorarse. El Rey enfadado le dijo que no, que nunca saldrá de ese castillo, que quien quiera conquistarla irá a buscarla.

La Princesa subió otra vez a su habitación llorando a lágrima viva y, decidió escaparse del castillo para encontrar a su enamorado.

Cuando la princesa se fue a la habitación, pensó que debía salir de allí y buscar a su amor, cogió sus tres vestidos, su cadenita, cogió el abrigo de toda clase de pieles, se recogió el cabello con una trenza y lo metió dentro del abrigo, y por la noche se escapó y se fue al bosque.

Cuando llegó al bosque, ella no sabía orientarse, pero pensó que los soldados irían a buscarla por la mañana porque por la noche hay muy poca luz y con las antorchas no sería suficiente. Pensó que caminaría durante la noche y dormiría durante el día. Debía seguir la dirección del Sol hacia el Este para no estar dando vueltas.

Un día se estaba quedando dormida porque estaba llegando el día, escuchó perros, voces,... y pensó que le estaban buscando y se tenía que esconder.

Llevaba muchas lunas fuera del castillo como un año y medio, y entonces el abrigo olía, ella olía. El caso es que ella estaba escondida en lo alto de un árbol y tapada con el abrigo, pero los perros detectaron un olor tan raro, se pusieron alrededor del árbol y ladraron. Ella pensó que tendría que salir de ésta de alguna manera y decidió hacerse la loca. Empezó a decir: ¡Por favor no me matéis! ¡Dejadme aquí! ¡soy un animalillo que quiere marchar! 

De repente, un joven empezó a trepar por el árbol. Su ropa no estaba muy limpia y los pantalones tenían algún roto.

El muchacho le dijo que le diese la mano y así le ayudaría a bajar de ese árbol, ella le dio la mano, y así bajaron.

 El muchacho le dijo que no se preocupase, que solamente había salido a buscar leña con sus perros para llevársela al Príncipe del Palacio porque trabajaba para él. También le dijo que si quería ir con él y trabajar allí porque el Príncipe necesitaba más gente en la cocina.

Ella aceptó, y fueron hacia el palacio, pero en ningún momento se quitaba el abrigo, apenas se le veía la cara. Ella seguía diciendo que era un animalillo del bosque.

Cuando llegaron al palacio, el Príncipe dijo que sí podría trabajar en las cocinas con el muchacho, pero siempre bajo supervisión de alguien porque estaba loca.

Como no se quitaba el abrigo, todo el mundo le puso el nombre de "toda clase de pieles".

Llegó a las cocinas del Príncipe y se puso a trabajar ayudando al muchacho, pero el joven le enseñó a cocinar porque ella no sabía, entonces se encariñó mucho con ella, parecía que todo iba muy bien, excepto que nunca se quitaba el abrigo de toda clase de pieles, hiciese frío o calor, es decir, todo el mundo pensaba que se había dado un golpe en la cabeza y que tenía manías. Ella siempre se movía por el palacio con su abrigo y solo dejaba ver su carita, y todo lo hacía remangándose el abrigo.

Pasa el tiempo, ella se relajó un poco, se hizo muy amiga del joven, él la trataba muy bien, ella no echaba de menos su vida, pero si echaba de menos el poder hablar con alguien y contarle quien era realmente.

Según fue pasando el tiempo, la Reina madre del Príncipe le dijo que era el momento de que su hijo se casase, y decidió celebrar tres días de fiesta para elegir una novia para el Príncipe. 

Un día la Reina madre subió a la habitación de "toda clase de pieles", y le dijo que se quitase el abrigo, que ella estaba segura de que debajo de él había una preciosa mujer. Le costó mucho convencerla, pero finalmente lo hizo. La Reina al ver lo hermosa que era "toda clase de pieles", le dijo que se diese un baño, se peinase y se pusiese guapa. Que estaba invitada a las fiestas que iban a realizar en el palacio.

"Toda clase de pieles" se puso muy contenta porque pensaba que el Príncipe era guapísimo, inteligente y pensó que sería muy feliz con él.

"Toda clase de pieles" que había visto al Príncipe muchas veces por allí, por el palacio, le dijo al joven que estaba invitada a las fiestas. El joven se quedó con muy mala cara porque él se había enamorado locamente de ella, pero pensaba que no serviría de nada anteponerse. El joven con los ojos llenos de lágrimas le dijo que sí, pero que tuviese prisa en volver por la noche porque el Príncipe siempre se tomaba una taza de caldo y él estaba muy liado recogiendo todo lo de la fiesta, y ella le dijo que vale.

"Toda clase de pieles" se fue a su habitación, se lavó, se puso su vestido tan dorado como el Sol, se cepilló el pelo, se puso guapa y se presentó en el salón de baile.

El Príncipe cuando la vio se quedó impactado y se puso a bailar con ella, no solo vio que era guapa, sino que también se puso a hablar con ella y vio que tenía que ser alguien de la realeza por como hablaba, por cómo se comportaba, por sus modales, y como es el primer día se vio obligado a bailar con otras jóvenes por no quedar mal, pero en quien se fijó fue en esa muchacha.

Pero en ningún momento le dijo cómo se llamaba. 

Cuando "Toda clase de pieles" vio que la gente ya se empezaba a ir a dormir, se dio cuenta de la hora que era, se fue corriendo a su habitación, se quitó el vestido tan dorado como el Sol, se puso el abrigo, bajó a la cocina, el joven le echó la bronca y le dijo que le hiciese el caldo al Príncipe. Ella cogió el cuenco, hizo el caldo y echó dentro del cuenco la medallita de la virgen.

Llamó a la puerta del Príncipe, el Príncipe abrió, cogió el cuenco, le da las gracias y "Toda clase de pieles" se va y el Príncipe se queda en su habitación tomándose el caldo.

Cuando llegó al final, se dio cuenta que había algo que chocaba contra la cuchara y lo sacó, y vio que era una medalla de oro de la virgen y dijo que a quién se le habrá caído una medalla de la Virgen. La limpió y la dejó encima de la estantería.

La segunda noche fue exactamente igual, pero con el vestido tan plateado como la Luna. Y cuando llegó la hora del caldo, echó dentro del caldo la rueca de hilar. El Príncipe pensó que una vez puede que se le haya caído, pero dos era demasiada casualidad y además le parecieron objetos muy femeninos, así que no se cortó ni un pelo y bajó a las cocinas. "Toda clase de pieles" ya se fue a dormir y, al joven le dijo que si había sido él el que había hecho el caldo y el muchacho le dijo que sí. Y le preguntó que si no se le había caído nada en el caldo y el joven dijo que no, y le preguntó si ayer tampoco y le volvió a contestar que no. El Príncipe se fue a dormir.

Llegó la tercera noche de fiesta, y ella no quiso bajar al baile porque ella se dio cuenta de que por más que quisiese enamorarse de ese maravilloso y guapísimo Príncipe y así su padre estaría feliz, ella amaba al joven muchacho. Entonces, se subió a su habitación, se puso preciosa con su vestido tan brillante como las estrellas y fue a las cocinas.

Llegó a la cocina y allí estaba su verdadero amor, el joven muchacho.
Él se quedó impactado al verla.

"Toda clase de pieles" le dijo que estaba locamente enamorada de él desde el primer día que le vio. Él le dijo lo mismo. El muchacho que tenía un anillo guardado para cuando él pudiese casarse, le dio el anillo a "toda clase de pieles" y ella sacó el anillo de boda de su madre del bolsillo.


Ella le dijo que era una princesa, que lo que buscaba de un hombre era que la amase y que la respetase, que no le importaba que fuese un plebeyo, que ella se había enamorado de él. El joven con los ojos llenos de lágrimas le dijo que quería compartir el resto de su vida con ella. Entonces se dieron un beso que derramaba muchísimo amor, se casaron y fueron felices para siempre.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

ADAPTACIONES:

Esta adaptación del cuento folclórico llamado "Toda clase de pieles" va dirigida al tercer ciclo de Primaria. Los cambios que he realizado son los siguientes:

- No he querido que el Rey encontrase ninguna otra mujer, porque él estaba encerrado en que su mujer era la más hermosa y le sería imposible encontrar a alguien que la sustituyese.

- No me parecía adecuado mantener el incesto por parte del padre, por eso he decidido cambiarlo. También, antiguamente, los padres decidían con quién debían casarse sus hijas, aunque en muchas ocasiones no estuviesen de acuerdo con su enamorado. Éste es uno de los motivos por los que  he querido adaptar la historia de esta manera.

- También me ha parecido interesante, sobre todo para los niños, que la Princesa se case con un hombre que no perteneciese a la nobleza, para que ellos se den cuenta de que lo importante es cómo sean las personas y lo que te pide tu corazón es lo que debemos hacer.



2 comentarios:

  1. Hola Ana! Me ha gustado mucho tu adaptación, y sobre todo como has cambiado lo del incesto por parte del padre, ya que a mí me parecía algo fundamental para el desarrollo de la historia y he visto que puede cambiarse sin perder la esencia.
    Antiguamente, los padres decidían con quién debían casarse sus hijas, como bien cuentas en esta adaptación, el toque liberal que le das a la protagonista al escapar de la imposición de su padre me parece muy original, pero también pienso que hay que tener cuidado a la hora de contarlo porque puede que algún alumno o alumna utilice esta estrategia para no obedecer a sus padres.

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  2. De las cosas que te pedí que corrigieras, solo has cambiado completamente una: la edad de los receptores. Sigo sin comprender por qué le deja cosas al príncipe en el caldo si no está realmente interesada...
    Consejo: hazlo al revés. El chico de las cocinas la conoce como "Toda clase de pieles", pero no como princesa. Durante los días del baile, en los que ella se disfraza, haz que baje a las cocinas a buscar un vaso de agua y se la pida al chico y luego le deje el vaso en una mesa con los objetos dentro... de forma que él se mosquee y que, cuando vuelva vestida como "Toda clase de pieles" le pregunte si ella sabe algo de los objetos... hasta que, el último día del baile ella deje el anillo y, al final del baile él la descubra y se le declare.

    Revisa también lo de los párrafos escritos en presente:

    "Llamó a la puerta del Príncipe, el Príncipe abrió, cogió el cuenco, le da las gracias y "Toda clase de pieles" se va y el Príncipe se queda en su habitación tomándose el caldo."

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